Primavera de transformación
Era la primavera del año 2021, y por fuera, todo parecía perfecto. Había sido un año exitoso en términos económicos. Había logrado capitalizar proyectos iniciados durante la pandemia, captar numerosos clientes y, por primera vez, trabajar con empresas fuera de Chile. Desde cualquier perspectiva, estaba viviendo lo que muchos considerarían un sueño profesional.
Sin embargo, algo no encajaba. En medio de ese éxito financiero, me invadía una sensación de vacío. Me di cuenta de que, aunque había alcanzado metas que había imaginado durante años, no encontraba en ellas el significado que esperaba. No estaba conectado con un propósito más profundo.
Fue en ese momento cuando entendí que carecía de una verdadera dirección, de una mirada de largo plazo que conectara con mis motivaciones más personales. Mis capacidades, deseos, sueños y ambiciones trascendentes parecían dispersos, sin un hilo conductor.
En términos simples, mi gran sueño de juventud no era más que un "desde". Le llamé "mi crisis de propósito". Darme cuenta de ello, aunque fue duro, también marcó el inicio de un camino de transformación personal.
La empresa centrada en los objetivos financieros
Con el tiempo, no he podido evitar conectar esta experiencia personal con muchas conversaciones que he tenido con clientes. En numerosas ocasiones, he visto cómo las empresas y sus líderes se centran exclusivamente en los objetivos financieros, convencidos de que el éxito económico por sí solo asegurará el futuro. Pero aquí surge un punto importante: el éxito financiero es un "desde". Es lo básico, lo fundamental, lo higiénico.
Imagine a un inversionista que recibe a un emprendedor con su idea y le hace una única pregunta: "¿Por qué quieres hacer este negocio?" La respuesta que recibe es: "Porque quiero ganar dinero." ¿Qué pensaría usted? Yo diría que todos los fracasos empresariales tenían ese mismo sueño en común. Los exitosos, aunque enfrentan dificultades, se distinguen por algo más. Tienen algo que los hace únicos.
Si pone a un estudiante a elegir un lugar de trabajo, y le ofrece opciones como un banco, un retail, una fundación, una empresa tecnológica o un observatorio astronómico, las respuestas no se centran solo en el dinero. Las personas muestran preferencias basadas en una conexión personal con lo que las organizaciones representan o aportan a la sociedad.
Cuando una empresa define su propósito máximo como "ganar dinero", lo que hace es quedarse en su "desde". Al reducir su razón de ser a "una más", resta opciones, limita posibilidades y, en última instancia, compromete su futuro. Sin un propósito distintivo que trascienda lo económico, pierde la capacidad de conectar con las personas, de diferenciarse y de construir algo verdaderamente significativo.
Elementos fundamentales de la planificación estratégica
La planificación estratégica consta de varios elementos fundamentales que trabajan en conjunto para crear una dirección clara y significativa:
Propósito:
Es la razón de ser de una organización. El propósito define el "por qué" detrás de sus actividades y conecta su misión con su impacto en la sociedad. Sin un propósito claro, cualquier acción corre el riesgo de ser vacía y carente de conexión humana.
Visión:
La visión es el destino hacia el cual se dirige la organización. Es una declaración inspiradora que describe cómo se ve el éxito en el futuro, alineando los esfuerzos del equipo hacia un objetivo compartido.
Valores:
Los valores son los principios fundamentales que guían el comportamiento de una organización y de sus miembros. Reflejan las prioridades éticas y culturales que determinan cómo se toman las decisiones y cómo se interactúa con el entorno. Son fundamentales para lograr equipos autodirigidos y autogestionados.
Objetivos estratégicos:
Los objetivos estratégicos transforman el propósito y la visión en metas concretas y alcanzables. Son los pilares que permiten medir el progreso y mantener el enfoque, asegurando que cada acción esté alineada con la estrategia general.
¿Cómo se manifiesta la falta de elementos estratégicos en problemas cotidianos?
La ausencia de los elementos fundamentales de la planificación estratégica —propósito, visión, valores y objetivos estratégicos— genera dinámicas que, aunque parecen inofensivas al principio, pueden conducir a problemas profundos y perjudiciales para la organización. A continuación, te muestro algunos ejemplos de cómo estas carencias se traducen en situaciones del día a día:
Falta de Propósito: Sin un propósito claro que conecte las actividades de la organización con un impacto significativo, las empresas tienden a la imitación y al debate sin sentido.
¿Cómo se manifiesta?
En lugar de tomar decisiones alineadas con su identidad, las organizaciones reaccionan ante las acciones de la competencia, adoptando tendencias o productos sin evaluar si realmente son relevantes para su misión.
Otro síntoma:
Las discusiones estratégicas suelen quedar fuera de lugar. Sin un propósito común que actúe como brújula, los equipos pueden debatir sobre aspectos que deberían ser consensos básicos, retrasando decisiones importantes.
Falta de una Visión clara: La visión es el destino al que aspira llegar la organización. Cuando esta no está definida, cada uno va por su cuenta, y las nuevas ideas carecen de foco.
¿Cómo se manifiesta?
Los equipos talentosos y bien intencionados terminan trabajando en direcciones opuestas porque no hay una meta común que los inspire y guíe. Además, sin una visión compartida, las iniciativas innovadoras no se priorizan adecuadamente, diluyendo el esfuerzo en múltiples frentes y alejando a la organización de su núcleo estratégico.
Falta de Valores compartidos: Los valores son el corazón ético y cultural de una organización. Su ausencia genera un aumento en la necesidad de dirección y supervisión.
¿Cómo se manifiesta?
Cuando los equipos no comparten un conjunto de creencias comunes, las dinámicas conversacionales y la autogestión se ven afectadas. Esto obliga a los líderes a ejercer un mayor control para mantener la coherencia, lo que puede traducirse en climas organizacionales tensos e ineficiencias operativas.
Falta de Objetivos estratégicos: Los objetivos estratégicos son el puente entre el propósito, la visión y las acciones diarias. Su ausencia facilita la aparición de agendas personales predominantes.
¿Cómo se manifiesta?
En un vacío de objetivos claros, los integrantes del equipo priorizan metas individuales, creando conflictos internos y dificultando la colaboración efectiva (las personas inteligentes necesitan objetivos claros, ya sea aportados externamente o bien creados por nosotros mismos). Esto compromete la cohesión necesaria para alcanzar un desempeño colectivo sobresaliente.
El impacto acumulativo
La falta de estos elementos fundamentales no solo genera problemas en el día a día, sino que también afecta la capacidad de la organización para mantenerse competitiva y adaptarse al cambio. La imitación, las prioridades dispersas y los conflictos internos erosionan la energía del equipo, debilitando la identidad y el desempeño de la organización en el largo plazo.
Para evitar estos desafíos, es crucial que las empresas incorporen propósito, visión, valores y objetivos estratégicos claros en su planificación, asegurando así una dirección consistente y un impacto duradero.