En el mundo empresarial actual, la competencia es feroz y la incertidumbre acecha en cada esquina. Las empresas necesitan más que nunca un liderazgo sólido, un liderazgo que vaya más allá de las habilidades técnicas y la experiencia. Un liderazgo que se nutra de la esencia misma de la empresa: su propósito, su visión y sus valores.
Sin embargo, en mis conversaciones con líderes de diversas empresas, he observado una desconexión entre el conocimiento teórico de la estrategia y su aplicación real. Muchos líderes son capaces de analizar balances, interpretar leyes, gestionar proyectos y tomar decisiones éticas, pero a menudo les cuesta conectar esas acciones con el "alma" de la empresa.
Cuando la estrategia se queda en palabras
Recuerdo la conversación que tuve con un cliente, gerente general de una importante empresa. A pesar de su evidente capacidad de liderazgo y su agudo sentido de los negocios, al preguntarle sobre la visión, misión y valores de la empresa, sus respuestas fueron vagas y genéricas. "Ser líderes", "ser los mejores"... frases que podrían aplicarse a cualquier empresa, sin reflejar la singularidad de la suya.
Esta situación me llevó a reflexionar sobre la importancia de que los líderes no solo conozcan la estrategia, sino que la interioricen, la sientan como propia, la interpreten, comuniquen y dirijan en base a ella. Que comprendan el sentido profundo detrás de cada declaración, la historia que la ha forjado, las emociones que busca transmitir.
Más allá de lo genérico
Las declaraciones de propósito, visión y valores a menudo caen en la trampa de lo genérico. Frases como "liderar el mercado", "innovar constantemente", "satisfacer las necesidades de nuestros clientes" se repiten en infinidad de empresas, sin distinguirlas realmente.
Lo que realmente importa no son las palabras en sí mismas, sino el contexto, la construcción y el espíritu que hay detrás de ellas. Es la historia única de cada empresa, las motivaciones particulares de sus fundadores, el impacto específico que busca generar en el mundo.
Para alcanzar la genuinidad, los líderes deben ir más allá de las frases hechas y profundizar en la esencia de la estrategia. Deben preguntarse:
¿Cuál es la historia de nuestra empresa? ¿Qué circunstancias, qué personas, qué decisiones la han llevado a ser lo que es hoy?
¿Qué nos motivó a crear esta empresa? ¿Qué sueño, qué necesidad, qué propósito nos impulsó a emprender este camino?
¿Qué problema buscamos resolver? ¿Qué aporte hacemos al mundo con nuestro trabajo?
¿Qué huella queremos dejar en el mundo? ¿Cómo queremos ser recordados?
Los filtros personales: un obstáculo para la coherencia
Otro aspecto clave que influye en la aplicación genuina de la estrategia son los filtros personales de los líderes. Cada líder interpreta la estrategia a través de sus propias experiencias, creencias y valores. Esto puede generar distorsiones y dificultar la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
En una conversación reciente con un líder empresarial, me llamó la atención cómo su interpretación de la estrategia de "generar un impacto positivo en las comunidades" estaba teñida por una visión paternalista y asistencialista. Esta visión, si bien bienintencionada, podría llevar a acciones que no estuvieran realmente alineadas con la esencia de la estrategia de la empresa.
Para evitar que los filtros personales interfieran con la estrategia, los líderes deben:
Ser conscientes de sus propios sesgos: Reflexionar sobre sus creencias y valores, y cómo estos pueden influir en su interpretación de la estrategia. Por ejemplo:
Un líder que interpreta la "innovación" solo como innovación tecnológica, y descuida la innovación en procesos o en modelos de negocio.
Un líder que asocia la "sostenibilidad" únicamente con el medio ambiente, y no considera los aspectos sociales y económicos.
Un líder que entiende la "diversidad" solo como diversidad de género, y no toma en cuenta la diversidad de orígenes, culturas, experiencias, etc.
Un líder que interpreta la "orientación al cliente" como sinónimo de "dar siempre la razón al cliente", sin considerar la rentabilidad o la viabilidad de las demandas.
Un líder que entiende la "eficiencia" solo como reducción de costos, y no como optimización de procesos o mejora de la calidad.
Buscar feedback: Pedir a otros miembros del equipo su opinión sobre cómo se está aplicando la estrategia y si existe coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Participar en espacios de diálogo: Intercambiar ideas y perspectivas con otros líderes y miembros del equipo para construir una interpretación compartida de la estrategia.
Lo genuino en acción
La genuinidad no es solo un concepto abstracto, sino que se traduce en acciones concretas. Una empresa genuina es aquella que:
Comunica su estrategia de forma transparente: Tanto a nivel interno como externo. No esconde sus motivaciones, sus valores, sus objetivos.
Integra su Propósito, Visión y Valores en todos sus procesos: Desde la selección de personal hasta la relación con los clientes. Su estrategia no es solo palabras en un papel, sino que guían cada decisión y cada acción.
Mide su impacto y lo comunica de forma transparente: No solo se enfoca en los resultados financieros, sino también en su contribución a la sociedad. Es consciente de su responsabilidad social y ambiental.
Involucra a sus stakeholders en la toma de decisiones: Escucha activamente a sus clientes, proveedores, empleados y a la comunidad en general. Construye relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo.
Distinguir los medios de los resultados
La transparencia no se limita a comunicar los éxitos y logros. Implica también ser honestos sobre las dificultades y desafíos, especialmente en un tema tan sensible como los resultados financieros.
Una empresa genuina no teme hablar sobre el lucro, pero lo hace desde una perspectiva que trasciende la mera acumulación de riqueza. Reconoce que los resultados financieros son un medio para alcanzar un fin mayor, un fin que se alinea con su propósito, visión y valores. Prioriza la sostenibilidad a largo plazo, comprendiendo que la fidelidad a la estrategia, con sus aspectos trascendentes y compartidos, es el camino más sólido para alcanzar el éxito genuino.
Conclusión
En un mundo cada vez más complejo y cambiante, las empresas necesitan un liderazgo que se inspire en la esencia misma de su ser. Un liderazgo que conozca la estrategia no solo desde lo conocido, sino también desde lo genuino. Un liderazgo que comprenda el propósito, la visión y los valores, y los traduzca en acciones coherentes y auténticas. Un liderazgo que inspire, que motive y que guíe a la empresa hacia un futuro lleno de sentido.